Es realmente alentadora la forma y asiduidad con que nuestras acepciones se van usando y expandiendo por todo el planeta, pero por supuesto, no voy a limitarme a que crean solamente en mi palabra de orgulloso padre de este engen..., digo idea, sino que he de citar ejemplos puntuales en que nuestras definiciones han sido utilizadas con sorprendentes consecuencias.

Para citar dos casos que nadie seguramente puede ignorar, les contamos, en primer término la situación del ex-gobernator Arnold Schwarzenegger, una de cuyas empleadas se hallaba tiempo atrás con un fuerte resfrío, y el doctor que la atendió, al describir los síntomas a su preocupado patrón, le mencionó: “Ella esputa con frecuencia”. Tiempo después, don Arnold fue el feliz progenitor de un chaparrito azteca que es la versión bonsai de Mister universo en pañales. Consecuencia: Divorcio de la primita de los Kennedy, moqueando su arrepentimiento delante de las cámaras, como hacen todos los crápulas después de haberla gozado como locos...

En el segundo caso, don Osama Bin Laden, presumiblemente aburrido de vivir escondido en una cueva por los últimos diez años, con la única diversión de contarle chistes de gallegos a su burro Plateroh Liah Porros, que nunca llegó a esbozar ni siquiera una sonrisa, cometió el grave error de telefonear para pedir que le trajeran un gramófono a fin de poder deleitarse con los sones de una balada por el trío Los Panchos Beduinos. Y balada le dieron en forma abundante, por supuesto. Consecuencia: Tener que abandonar esa peligrosa carrera de terrorista internacional, para convertirse en un envidiable modelo de queso gruyere...

Y ahora, ya sin más dilación, pasamos a la parte jugosa de esta sección cultural, con las nuevas definiciones que cambiarán radicalmente su vida, o le garantizamos la completa devolución de su dinero (Favor de preguntar por Magoya o Montoto).